
Ya en casa, el chico se dispone a mirar las fotografías de la cámara. Así nos enteramos un poco sobre la vida de la chica, porque algunas de sus fotos son de una fiesta de despedida, y una tarta con un mensaje le desea buena suerte en Boston. Y al final del todo hay fotos del mismo chico del tren. El joven se queda sorprendido de verse a sí mismo retratado mientras miraba por la ventana. Así, se decide a buscar a la chica para devolverle la cámara.
En una de las fotografías hay un edificio con una dirección, y es de esta forma como da con el lugar donde vive la chica, y al ver su buzón se entera de cómo se llama y en el número de piso donde reside. Cuando va a llamar, la puerta está abierta. Allí no hay más que un hombre que está pintando las paredes. Sobre la mesa principal hay unas cajas. El joven decide entonces hacer algo curioso: se fotografía a sí mismo con un cartel con su número de teléfono, y deja la cámara bien guardada en una de las cajas, a la espera de que la chica iraní la descubra algún día y se ponga en contacto con él...

El hecho de que los dos protagonistas sean de razas diferentes siempre es un incentivo que a mi se me antoja precioso. Todo dejado al azar, esperando a que ese mismo azar sea lo suficientemente benévolo como para responder al primer paso que hace una de las dos partes: no dejar en el olvido una bonita historia de amor que puede concretarse. Una historia que se forjó a partir de una mirada y sin necesidad de palabras.
* Idea principal: el amor que surje donde menos te lo esperas. El azar y el destino.
ver el corto íntegro:
Cada día: tantas oportunidades para conectar. ¿Qué pasaría si eligieras aunque fuese una de ellas?
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