
Una de las cosas que más me gustaron de esta película es su imagen. Está rodada de una forma tranquila y serena, presentando muchos paisajes del Taiwán tropical, con cascadas y verdes bosques, y muy diferente del caos urbano que estamos acostumbrados a presenciar en otras películas. Además, la soledad y la atención en los pequeños o abandonados detalles - un peluche, un reloj - aumentan el tono misterioso del film (tal vez el título, Keeping Watch, "continuar mirando", sugiera un poco esta idea de fijar la atención en lo que parece ser, pero es algo más), a la que no sé catalogar exactamente si como misteriosa, infantil con aires de juventud, o simplemente un hermoso cuento. Con pocas palabras la trama se va desgranando sola, llegando incluso a veces a resultar algo confusa. También la música que se repite ayuda a aumentar el tono nostáligo de la infancia que se escapa, sobre todo por parte de la joven Ching, que tiene que ocuparse de su casa porque su padre no levanta cabeza desde que su madre los abandonara, y llena la casa de despertadores que va apagando uno a uno cuando se levanta. Como una niña que ha de ingresar en la etapa adulta, Ching tiene también que desterrar sus propios miedos y traumas intentando tomar un tren que pasa a diario cerca de su casa, y que le recuerda constatemente a su madre, así como intentar entender un poco la compleja personalidad de su amigo Han.
Idea: descubrir quiénes somos en realidad. Enfrentar nuestros propios miedos y bloqueos emocionales. Pasar de etapa en la vida; crecer.
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